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¿Todo tiene su final?, por José Carlos Rojas

¿Todo tiene su final?, por José Carlos Rojas

El terremoto político y judicial del Caso Odebrecht sigue desnudando nuestros graves problemas como sociedad y sistema político. En los últimos días, el Callao ha sido el centro de atención a raíz de la detención de su gobernador regional, Félix Moreno, y las serias acusaciones de corrupción contra otras autoridades como el general Walter Mori, vicegobernador regional. Ambos pertenecen al movimiento político Chim Pum Callao, cuya hegemonía política electoral data de hace más de dos décadas.

Como ninguna otra organización, Chim Pum Callao ha sabido consolidarse como una marca sin parangón en la política peruana. Mientras todos los demás partidos son campeones de la volatilidad y fragmentación electoral, este movimiento político repite el plato elección tras elección. Buena parte de la opinión pública se pregunta si la prisión de Moreno será suficiente para la definitiva derrota de este poderoso acorazado político. No quiero pecar de pesimista y malagüero, pero tengo serias dudas de que la población se libre de estos ‘chimpuneros’ chalacos tan fácilmente.

¿Y cómo lo hace… cuál es el negocio? Los elementos que fueron claves en el éxito de este movimiento se mantienen con buena salud. Esto es, la captación de un grupo de políticos hábiles (para el contexto de una democracia sin partidos) y la construcción de una maquinaria política con redes de alianzas en las esferas públicas y privadas (donde el pragmatismo y clientelismo son el corazón de su práctica). En este sentido, si cae uno, ahí están los demás para reemplazarlo casi con la misma eficacia. Los nombres pasan, la maquinaria queda.

Una prueba de fuego fue el alejamiento de Álex Kouri, su líder fundador, de las lides electorales chalacas (pues se proyectó a cruzar la avenida Faucett y participar en la arena política limeña y nacional). No le fue bien, pero siempre fue su objetivo principal competir en las ligas mayores. Pasar del Sport Boys al Alianza Lima. Sin el carisma de Kouri, se pensaba, era cuestión de tiempo que Chim Pum Callao mermara su eficacia política.

Pero eso no sucedió, pues ya eran un equipo consolidado y no dependían de un solo jugador talentoso. No obstante, como era de suponerse, se desató una lucha interna por los puestos principales en el movimiento. Dos facciones, que encarnaron Juan Sotomayor y Félix Moreno, se disputaron la supremacía. Ganó Moreno con el apoyo de Kouri. Sin grandes dotes de orador y con poco carisma frente a la población chalaca, Moreno supo construirse un espacio de poder y mantuvo las alianzas que Kouri construyó en muchos años. Además, se vendía como una persona seria y ejecutiva, a diferencia de Sotomayor al que tildaban de veleta y folclórico.

La caída de Moreno abrirá paso a un sector de las canteras ‘chimpuneras’ relegadas o a la consolidación de otros pesos pesados. Si la salida y prisión de Kouri no melló en la eficiencia de la organización, la de Moreno tampoco tendría por qué hacerlo, salvo que el meteorito judicial los alcance a todos y desaparezcan como marca política. Incluso si esto pasara, el legado nefasto de hacer política de Chim Pum Callao perdurará un buen tiempo más, con nombres y logos distintos.

El caso del Callao plantea retos enormes respecto de la consolidación del Estado nacional y subnacional. Toda la corrupción que se está conociendo no sería posible sin la participación y complicidad de otras esferas del propio Estado. Por ello, sin una reforma clara en los ámbitos fiscal, judicial y policial, la realidad política y social continuará por esta senda de la antipolítica y corrupción.

Fuente El Comercio

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