Es un tópico común decir que siempre ha existido corrupción y seguramente siempre la habrá, pero de ahí a verla surgir y destilar su podredumbre claramente entre los “poderosos” resulta impactante. En efecto, al más puro estilo de los huaycos, una ola de descomposición, fango y pestilencia ha salido a la superficie social dejando a todos en la estupefacción, el asombro y la vergüenza ajena, que solo reconfirma la situación de “intemperie moral y ética” en la que nos encontramos. Sí, estamos a la intemperie moral y ésta apesta, porque la corrupción no puede quedar escondida, su propia naturaleza de descomposición hace que huela mal, inunde todos los espacios, personales y sociales, y arrase con todo, especialmente con la vida democrática de un país.
Por eso, el papa Francisco dice sagazmente que la corrupción “no es un acto, sino un estado personal y social en el que uno se acostumbra a vivir”; diríamos un estado de descomposición y degradación fruto de las ansias desmedidas de riqueza y poder. En efecto, en las redes de la corrupción no se conoce la fraternidad o la amistad, solo la complicidad. Por eso, “cuando un corrupto está en el ejercicio del poder, implicará siempre a otros en su propia corrupción, los rebajará a su medida y los hará cómplices de su opción de estilo”.
El corrupto, explica el Papa, “ha construido una autoestima basada en actitudes tramposas; camina por la vida por los atajos del ventajismo a precio de su propia dignidad y la de los demás. En su loca carrera se cree todopoderoso y autosuficiente, se cree casi Dios, no se percata de su situación y piensa que los demás tampoco la perciben”. Lo más triste es que el corrupto no tiene esperanza porque no siente que ha pecado, a diferencia del pecador –que consciente de su pecado cree que algún día puede cambiar–. Por eso, dice el Papa, “con el corrupto sucede lo que con el mal aliento: difícilmente el que tiene mal aliento se percata de ello. Son otros quienes lo sienten y se lo deben decir”, y aun así será difícil que reconozcan su situación, tal como lo vemos en nuestro tiempo. La corrupción finalmente es un “fraude a la democracia” y combatirla es el inicio del verdadero progreso social
Fuente La República
1 Comment