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Liderazgo: ser, hacer y parecer, por Jorge Medina

Liderazgo: ser, hacer y parecer, por Jorge Medina

En las últimas décadas hemos visto la agudización de dos fenómenos. Por un lado, la infiltración de la economía ilegal en la política, y, por el otro, el incremento de la gran corrupción descentralizada en megaproyectos de infraestructura. Ambos fenómenos revelan cómo el (mal) interés político se mezcla con el (mal) interés privado para beneficiarse indebidamente en perjuicio del país.

Por eso, la declaración del presidente Pedro Pablo Kuczynski en su reciente mensaje –“la lucha anticorrupción requiere un trabajo en equipo”– es muy importante, pues la corrupción funciona a través de redes y complicidades, y para enfrentarla eficazmente se necesita crear una estructura fuertemente cohesionada. Quien debe liderar ese trabajo en equipo es el propio presidente de la República. Ese liderazgo, lamentablemente, no se percibió en su reciente mensaje presidencial, ni se percibe con nitidez en lo que va de su gestión. La ausencia de un liderazgo fuerte y visible es grave porque no ayuda a cambiar la autopercepción de ser un país en el que campea la corrupción e impunidad.

Según la última encuesta de Ipsos para El Comercio, el 48% de los peruanos cree que el combate a la corrupción –fenómeno que figura nuevamente como el principal problema del país– está peor respecto a hace un año. Seis de cada diez peruanos desaprueban la gestión del presidente y el 34% apunta, entre las razones para ello, a su falta de autoridad o carácter.

Si bien PPK ha dado algunas normas positivas para combatir la corrupción (la “muerte civil”, por ejemplo) y ha anunciado en su discurso la presentación de un proyecto de ley para reformar la conformación del Consejo Nacional de la Magistratura (aunque quizás hubiese sido mejor la propuesta de la Comisión Presidencial de Integridad de que al menos la mitad de los integrantes del CNM sea elegida por concurso público), entre otras medidas, su mensaje careció de declaraciones más enérgicas. Por ejemplo, pudo haber hecho referencia a la urgente necesidad de una verdadera reforma electoral que, entre otras cosas, prevenga el financiamiento ilícito a la política, o a la reforma integral que requiere el Sistema Nacional de Control, incluyendo la completa reestructuración de la contraloría, para prevenir y combatir la gran corrupción.

El presidente tiene la oportunidad de liderar un gran movimiento nacional que integre a todas las fuerzas del país (sociales, políticas y económicas). Su visión, energía y entusiasmo son atributos necesarios para inspirar a que los peruanos unamos esfuerzos para transitar de la cultura de transgresión reinante en nuestro país a una cultura de transparencia e integridad. Cuando el presidente dice “el agua va a ser el legado de este gobierno”, “la salud es demasiado importante como para esperarla en una cola” o “la lucha de las mujeres es mi lucha”, inspira y persuade. La ciudadanía espera esa misma energía en temas anticorrupción. Su reciente discurso, en este tema, pareciera no izar una bandera común que aglutine a los peruanos dispuestos a trabajar para erradicar la corrupción y la impunidad.

Si el presidente ejerce un claro liderazgo en este tema, logrará el apoyo ciudadano que requiere para comprometer a actores relevantes –como la academia, la empresa privada, los medios o la juventud– a trabajar en equipo y exigir las reformas que debe hacer el Congreso para frenar la corrupción. Sin estas reformas los costos de la corrupción seguirán frenando nuestro desarrollo y será muy difícil lograr, no solo el crecimiento económico del 4% proyectado por el jefe de Estado para el 2018, sino la revolución social de la que nos volvió a hablar en su mensaje del 28 de julio.

Dotar de agua a todos los peruanos, mejorar la educación y los servicios de salud, mejorar la seguridad ciudadana, reducir la pobreza de 20,5% a 15% y desaparecer “virtualmente” la pobreza extrema el 2021, no será posible si no se ataca la causa transversal que impide nuestro progreso: la corrupción. Y eso pasa por convocar y convencer a los peruanos en ir por el camino correcto de las urgentes reformas (política, judicial, policial, etc.) que nos conviertan en un país transparente y justo.

Con el liderazgo adecuado haremos más difícil el camino de aquellos que creen que la vida se les facilita cuando dan o reciben una coima o cuando lucran con el erario nacional.

Frente a la corrupción también tenemos que ser –y parecer– “una sola fuerza”.

Fuente Diario El Comercio

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