“El puente está quebrado, ¿con qué lo curaremos? Con cascaras de huevo”, dice una ronda infantil colombiana y al parecer también el plan de prevención de Luis Castañeda y de la mayoría de gobernadores y alcaldes.
Los casi 100 mil damnificados, 75 fallecidos, 157 mil viviendas afectadas y 157 puentes colapsados son las dolorosas cifras que deja hasta ahora la maldición de la corrupción y mala gestión. Las noticias responsabilizan a la peor tragedia climática vivida en Perú desde los 80. Pero es hora de reconocer que las monstruosas serpientes de lodo que parecen estarse tragando al país debieron ser domadas por autoridades locales y regionales más eficaces.
Tiempo y recursos tuvieron. Pero atrapados entre la improvisación y corrupción la mayoría hizo poco y nada; avalados por una población que los reeligió creyendo verdades alternativas de la misma talla con las que ahora se lavan las manos: “El puente no se ha caído, solo se ha desplomado”.
A ellos no se les cae ni se les desploma la cara de la vergüenza, simplemente porque la mayoría no sale a darla. Y cuando sí aparecen, lanzan perlas como asegurar que la naturaleza ha superado a la ingeniería, responsabilizar al gobierno central o pedir una ley de emergencia cuando se han gastado el presupuesto de prevención en “embellecer” un malecón.
Todo con tal de que no nos acordemos de que tienen responsabilidad penal y administrativa porque sus falencias generaron la alta vulnerabilidad que se ha cobrado 75 vidas. ¿Y así se atreven a intentar convencernos de que organizar los Panamericanos sería un crimen atroz contra la población?
Fuente La República
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