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Compraron “a dedo” mil chalecos antibalas que no debieron ir al Vrae

Compraron “a dedo” mil chalecos antibalas que no debieron ir al Vrae

imagen-chalecosOrdenaron a general comprar chalecos Tipo 4 para proteger a militares de los proyectiles de 7,62 mm., pero al final, “para abaratar costos”, se adquirieron otros de menor calidad e inapropiados para el combate en el valle de los ríos Apurímac y Ene.

María Elena Hidalgo

Todos se tiran la pelota. Nadie sabe qué pasó ni por qué pasó. Lo cierto es que el Comando del Ejército dispuso la adquisición de mil chalecos capaces de proteger a los efectivos que luchan contra los terroristas del Valle de los ríos Apurímac y Ene (Vrae), pero al final se compraron otros que no sirven para el propósito original.

Como saben todos los militares que lucharon o se encuentran actualmente desplegados en el Vrae, los senderistas usan de preferencia los fusiles Kalashnikov y Galil de calibre 7,62 mm. También suelen sembrar minas antipersonales de fabricación artesanal. Debido al incremento de bajas por acción de las mencionadas armas largas y las minas, en el 2010 el entonces comandante general del Ejército, general de división Otto Guibovich Arteaga, ordenó la compra de chalecos antibala tipo 4, capaces de resistir el impacto de los proyectiles 7,62 y las esquirlas y metralla de las minas antipersonales.

Guibovich encargó de la operación al jefe de la 18ª Brigada Blindada, general Richard Pitot Guzmán, pero el problema comenzó cuando Pitot decidió hacer la compra personalmente, en lugar de convocar a licitación o a concurso internacional.

Buscó a distintas compañías vendedoras e identificó a algunas que surtían de chalecos antibalas a tropas estadounidenses en Afganistán e Irak. Así llegó a contactar a la norteamericana Point Blank Solutions, con oficina principal en Pompano Beach, Florida.

En el Sistema Electrónico de Adquisiciones y Contrataciones del Estado (Seace), donde se registran todas las compras estatales, efectivamente, no aparece que el Ejército haya adquirido chalecos antibalas a Point Blank Solutions, como corresponde. Y eso tiene una explicación.

En agosto del 2010, el general Richard Pitot y el representante de Point Blank Solutions el mismo día suscribieron dos documentos clave:

a) Un acuerdo de promesa mediante el cual el Ejército se comprometía a comprar un total de 6 mil chalecos antibalas y, como gesto de compromiso, adquiría primero 1,000 unidades de la clase 3A. En contraparte, Point Blank Solutions aseguraba suministrar capacitación y entrenamiento a los militares peruanos para que confeccionaran en su país los chalecos 3A y con las placas  que les venderían, convertirlos a tipo 4.

b) Firmaron un contrato para la compra de 1,000 chalecos antibala 3A, y no tipo 4, como dispuso el comandante general del Ejército. El precio unitario fue de 370 dólares.

La compra se hizo con recursos del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, que aceptó la operación. El jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de ese momento era el general Francisco Contreras Rivas.

Fuentes allegadas al general Richard Pitot justificaron el negocio así: “Al preguntar el general Pitot por qué costaban tan caros (1,000 dólares) los chalecos Tipo 4), le respondieron que era por la mano de obra. Pitot consultó si se podía reducir el precio si la mano de obra se hacía en el Perú, porque el instituto cuenta con un Centro de Entrenamiento Técnico Profesional del Ejército (CEPRO). Entonces aceptaron y se firmó el convenio. Se compraron los mil chalecos 3A con la finalidad de convertirlos posteriormente en clase 4. Los otros 5 mil chalecos se iban a confeccionar en el CEPRO con la tecnología de Point Blank Solutions. Pero todo quedó trunco por falta de presupuesto del Comando Conjunto.

Fuentes de la 18ª Brigada Blindada del Ejército consideran que la figura del acuerdo entre Point Blank y el Ejército fue usada por los militares con el fin de evadir la licitación.

«No existió un requerimiento previo del VRAE donde se señale que la compra de los chalecos era una necesidad. La pregunta es por qué se compraron para el VRAE equipos que no sirven para el combate en esa zona. Allí no se necesita chalecos tipo 3A ni 4, pues estos son para puestos de vigilancia, no para patrullar. Pareciera que el acuerdo fue solo para evadir la licitación», señalaron.

Luego de que el general Pitot dejara en diciembre del 2010 la jefatura de la 18ª Brigada Blindada del Ejército, la idea de usar el Centro de Entrenamiento Técnico del Ejército  para producir los chalecos no tuvo la misma acogida.

«El CEPRO no es un taller de costura, es una unidad de combate que prepara para la guerra y no para  producir chalecos  y coser. No sabemos  con qué criterio se pretendía dar  una unidad de combate como servicio de costura», refirió la fuente.

Debido al alboroto causado por la compra de los chalecos antibalas, en los próximos días una delegación de la empresa  americana Point Blank Solutions INC. arribará a Perú para aclarar las condiciones en que se realizó el contrato y para que se concrete la compra de los 5 mil chalecos antibalas restantes que el Ejército le prometió adquirir.

INVESTIGACIÓN EN MANOS DE CONTRALORÍA

La distribución de chalecos con bajo nivel de seguridad para las tropas del VRAE  fue descubierta en febrero pasado por la Oficina de Control del MINDEF,  dependiente de la Contraloría General de La República.

Fue la  Contraloría la que alertó al ministro de Defensa Luis Otárola sobre la presencia de los cuestionados chalecos en el VRAE.

Será un equipo de la Contraloría el encargado de iniciar un Examen Especial a la adquisición y distribución de los chalecos antibalas. Ellos determinarán si hubo irregularidad o no en la compra.

El ex ministro de Defensa Rafael Rey Rey negó haber tenido alguna participación en la compra de los cuestionados chalecos antibalas. Rey argumentó que la compra fue por decisión propia del Ejército.

EN CIFRAS

6 mil chalecos antibalas tipo 4 es lo que pretendía comprar el Ejército.

Mil chalecos tipo 3A fueron los que se llegaron a adquirir.

Fuente La República

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