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Corrupción, desconfianza y desarrollo, David Solano Cornejo

Corrupción, desconfianza y desarrollo, David Solano Cornejo

En las últimas semanas, los peruanos estamos bombardeados de noticias que hablan de casos de corrupción. Personajes conocidos y no tan conocidos son vinculados con estos hechos y las personas, alentadas por los espacios noticiosos, opinan sobre este tema. Se habla de la cantidad de dinero que los acusados han recibido en forma ilegal, directa o indirectamente, del erario público. Pero, ¿es ese el efecto más grave que genera la corrupción en un país como el nuestro que busca el desarrollo?

Reconociendo que el desvío de dinero es importante, lo más grave que genera la corrupción y la debilidad institucional en su combate, es la desconfianza entre los peruanos, algo así como el “efecto acumulativo de la corrupción”.

La corrupción mostrada en los 90 nos convirtió en un país donde nadie cree en el otro, donde cada acción medianamente buena es mirada con recelo, donde en cada inversión se piensa en cuánto se habrá desviado para satisfacer intereses privados. Un país donde los niños crecen pensando que todo el mundo es corrupto hasta que se demuestre lo contrario.

Ahora bien, si consideramos que el desarrollo no se basa solo en hacer cambios técnicos, sino también en mejorar la calidad de vida de la gente, necesitamos que las personas participen de los procesos de desarrollo. Esto quiere decir, por ejemplo, estar dispuestos a brindar sus terrenos para nuevos cultivos, a abandonar actividades contaminantes, participar en programas de vigilancia ciudadana o simplemente formalizarse y pagar impuestos. Pero, ¿cómo podemos hacer que la gente se comprometa con una acción, con una política de Estado, con un proyecto, si piensa que las autoridades están sacando dinero ilegalmente para su provecho?

Penosamente, esto se refuerza cuando ven que sus sospechas eran ciertas, y más aún, cuando estas malas prácticas no son sancionadas con la firmeza necesaria.

Con corrupción no hay confianza, sin confianza no hay participación y sin participación no hay desarrollo. Necesitamos un país donde no prime la cultura del vivo, donde no sea más poderoso el que tiene amigos o reparte favores para conseguir lo que quiere, donde no se busquen puestos públicos para ver cuánto puede sacar para sí, donde la autoridad se sienta representante y responsable del desarrollo de su pueblo. Un país donde la palabra tenga valor, donde la gente vuelva a confiar porque ve que las malas prácticas son sancionadas sin miramientos.

Si queremos generar el desarrollo del Perú, es necesario saber que sin confianza es imposible. Y en esto, cada peruano tiene su rol, hay que conocerlo y cumplirlo.

Fuente El Peruano

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