compras-estatales

Corrupción y régimen político – Antonio Zapata

Corrupción y régimen político – Antonio Zapata

Odebrecht ha iniciado un debate nacional sobre la corrupción que ojalá haga época y contribuya a superar este mal. Quizá aciertan quienes temen que la crisis actual de corrupción se lleve por delante la precaria institucionalidad estatal. Es probable que haya llegado a su fin el sistema puesto en marcha después de la transición del año 2000; fue un imposible desde el comienzo, una democracia con la misma constitución del autoritarismo.

Como la corrupción acompaña la historia del Perú desde hace mucho tiempo, es preciso voltear la mirada hacia nuestra larga experiencia y recordar las reflexiones de las antiguas generaciones al respecto. De acuerdo al famoso libro de Alfonso Quiroz, la corrupción empieza por el jefe del Estado, “el pez muere por la cabeza”. Es decir, si el presidente está complicado, el régimen político se convierte en una cleptocracia, el gobierno de los ladrones.

Mientras que, si el presidente es honesto, puede haber cierta corrupción por abajo, pero no se apodera de la nave del Estado. Por ejemplo, los dos gobiernos de Belaunde. De acuerdo a las delaciones en Brasil, posiblemente este año veremos si nuestros tres últimos presidentes han sido honestos o continuaron a otra escala el régimen cleptocrático puesto en marcha por Fujimori-Montesinos.

Así, el dato clave es la honestidad del gobernante. A la ciudadanía debería preocuparle que los candidatos a mandatario evidencien su rectitud y su dedicación al Estado y no al bolsillo particular. Sin embargo, en ninguna elección de este período post Fujimori se ha tomado en cuenta este factor, y se ha elegido al malo para evitar al pésimo. Como resultado, al día de hoy, pocos peruanos(as) creen que algún político es confiable.

La segunda lección que plantea Quiroz se refiere a los grandes nudos de la corrupción. Su eslabón más pernicioso es la construcción de elefantes blancos. En otras palabras, si una obra es necesaria y se cobra una coima es malo, pero es mucho peor cuando encima la obra está sobredimensionada y no se la necesita de ese tamaño.

En la situación actual, el ejemplo perfecto es la Interoceánica Sur. Si la obra estaba programada para costar US $ 900 millones y ya era carísima, acabó costando más de US $ 2,000 millones gracias a adendas. Es verdad que se necesita una conexión con el Brasil en ese sector, pero no a ese costo. Si está muy inflado es para pagar un soborno monumental. Con respecto a obras públicas, dado el estado actual de desconfianza, lo óptimo sería garantizar la transparencia en tiempo real, facilitando que la ciudadanía organizada vigile el proceso.

La siguiente pregunta es cómo penetra la corrupción en el cuerpo político. Si la cuestión principal es la honradez del presidente, entonces la clave está en cómo se obtiene ese puesto. Ahí aparece el financiamiento de las campañas electorales. Ese es el camino que sigue la corrupción para penetrar y eventualmente capturar al Estado.

Así, las campañas han traído nuevamente la corrupción en el período post Fujimori. Luego, ha sido relativamente fácil, el presidente electo seguía jugando con las mismas cartas. Hasta donde se va sabiendo, en ese terreno las empresas brasileñas han sido campeonas.

En el Perú, el financiamiento de las campañas es privado y la ley establece ciertos topes, estando abierto a la contribución de personas y empresas. Por su parte, el Estado colabora a través de la franja electoral, pero se mueve mucho dinero sucio que luego se justifica de alguna manera. Quien corrija esta situación habrá cortado el nudo gordiano.

Habría que explorar si conviene prohibir el financiamiento privado de las campañas electorales y financiarlas a través del gasto público. Mejor gastar en prevenir que meter a los ex presidentes a la cárcel cada cierto tiempo.

Fuente La República

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »