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¿Es posible vencer la corrupción?

¿Es posible vencer la corrupción?

El exCEO de la empresa Odebrecht en el Perú, Jorge Barata, ha declarado a los fiscales peruanos en Sao Paulo –según ha trascendido a los medios– que la empresa de Marcelo Odebrecht financió, con miles y millones de dólares, las campañas políticas presidenciales de 2011, en nuestro país. Señalando como beneficiarios a los candidatos de los partidos y alianzas de Gana Perú, Fuerza 2011, Alianza por el Gran Cambio, Perú Posible y el Apra que, en ese año, llevaban a Ollanta Humala, Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczyski, Alejandro Toledo y Mercedes Aráoz (quien se retiró).

Ha indicado, igualmente, que financió la millonaria campaña por el “No” a la revocatoria de la exalcaldesa de Lima, Susana Villarán. Dando nombres, incluso, de los supuestos intermediarios. Aclarando, además, que las cantidades fabulosas de billetes americanos entraban al país, adosados a los cuerpos de contrabandistas para pasar aduanas, sin que la Sunat pudiera registrar estas operaciones.

Ahora, queda en manos de la justicia las investigaciones y los procesos pertinentes, en contra de los acusados. Mientras tanto, la ciudadanía que trabaja duro y honradamente se desencanta, cada vez más, de sus líderes políticos y empresariales que, lejos de ayudar a sacar al país adelante, por el bien de todos, pareciera no importarles más que alcanzar el poder y la riqueza personal y grupal, a cualquier precio, recurriendo a la hipocresía y al “vale todo”.

El desencanto es tal que muchos se preguntan si será posible que el Perú supere esta sangría constante, causada por la corrupción –abusos para obtener beneficios personales, a costa de los derechos de los demás– desde la cumbre del poder, hasta en los más bajos niveles de las organizaciones públicas y privadas, incluida la familia. Por una parte, es verdad que las personas tienden al egoísmo y al mal que, si no se autocontrolan, se deshumanizan; pero por otra parte, debemos ser optimistas, porque es posible el crecimiento personal, tanto en los conocimientos como en los afectos y la conducta ética, siempre.

La clave es la educación. Pero no solo desde la niñez, adolescencia y juventud, sino a lo largo de toda la vida. No es verdad que quienes no tuvieron la oportunidad de educarse en el hogar y en los primeros años sean árboles torcidos y así van a permanecer. Como tampoco es verdad que quienes tuvieron la oportunidad de una buena educación tengan la perfección asegurada. Mi experiencia en la formación de estudiantes de pregrado y postgrado universitario, y como ‘coach’, me han enseñado a creer en la lucha diaria.

Por tanto, nada está perdido si somos optimistas. El palo de la justicia y años en la cárcel, sin duda, debe caer para quienes lo merecen. Pero, ahí no termina la historia: en la familia, la escuela, la universidad, la empresa, la iglesia, las instituciones públicas y privadas, hay personas líderes que son y van a seguir siendo maestros. Estos líderes no pueden cejar en la tarea de reeducar constantemente a su alrededor. No pueden cansarse de denunciar la corrupción, pero, sobre todo, de arrastrar con su ejemplo y optimismo. Las personas pueden cambiar y mejorar siempre.

Fuente Diario Expreso

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3 Comments

  • Star , 6 marzo, 2018 @ 2:19 am

    No desfallecer, siempre ser optimistas

  • JOSE PADILLA HIDALGO , 5 marzo, 2018 @ 5:28 am

    En definitiva es tarea de todos contribuir a la lucha contra la corrupción, desde el lugar en que nos encontremos, este flagelo siempre ha sido y seguirá siendo el que impide el desarrollo de los pueblos, está en todos los niveles y a lo largo de nuestro país, por eso debe ser una obligación de todos hacer algo por frenarlo y combatirlo denunciando y las autoridades competentes que cumplan con sus obligación para el cual cobran sus haberes, que no sean cómplices al tratar de tapar todas las irregularidades que conozcan. El compromiso debe ser de todos.

  • Andrès Quiroz , 4 marzo, 2018 @ 1:20 pm

    La corrupción no es exclusiva de nuestro tiempo, ni de un tipo de gobierno. Existe en los países desarrollados, en los países pobres; en los capitalistas, en los socialistas; en el paso y en el presente. En todos los casos es la avaricia, la codicia, el egoísmo y la vanidad los que alimentan esas ansias por el tener, abandonando la esencia del ser.
    Lamentablemente el tener es el sino de nuestro tiempo, al igual que la vanidad o el glamour; el afán por el éxito y el ser un ganador son expresión del egoísmo y la vanidad. Esos valores que construyen la sociedad moderna, son los mismos valores de aquellos que transgreden los límites de la moralidad y la legalidad.
    La honestidad no está en el cerebro sino en el corazón; no está en la instrucción, sino en la cultura. El sistema más perfecto de investigación policial, fiscal y la mejor justicia no serán limitantes del delito, solo lo harán más sofisticado.

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