Trujillo y Chiclayo viven un momento incómodo. El recojo de la basura en las calles es un lío tan antiguo como la creación de la municipalidad misma. Sin embargo, a pesar de ser una de las principales tareas por las que los ciudadanos pagan sus arbitrios, ambas comunas han comenzado sus gestiones con el pie izquierdo.
En Trujillo, “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”. Y así fue lo que ocurrió con el alcalde Daniel Marcelo, a quien el problema le explotó en la cara. A principios de año, siguió con la cantaleta de romper el contrato con el consorcio Trujillo Limpio, encargado del recojo de basura, sin tener un plan de reemplazo.
Antes de tomar una decisión conjunta, el consorcio Trujillo Limpio decidió dejar las cosas como estaban y retirar su servicio, el cual no le cancelaban desde hace más de seis meses. Lo más penoso fue que los ciudadanos se quedaron con el servicio a medias.
Quisieron implementar la declaratoria de emergencia sanitaria para pasar por alto los controles de la licitación pública y adquirir directamente la maquinaria de limpieza, pero tampoco pudieron. Todavía será en unos dos meses; mientras tanto, buscan apoyarse en el gobierno regional y en los distritos.
Chiclayo va por el mismo camino. Las calles están más sucias que cuando David Cornejo fungía de alcalde y Marco Gasco, su sucesor, está enfrentando su primera prueba de fuego. Lamentablemente, apurado por el inicio de su gestión, prometió que en 15 días dejaba hecha un anís la ciudad. No cumplió.
Su idea de tercerizar el servicio de limpieza pública está por concretarse. El problema es que antes de tomar esta decisión deberá idear un plan alterno, por si le pasa lo mismo que a Trujillo, donde el consorcio no resultó favorable a los intereses de la ciudad debido a la poca capacidad de trabajo. ¿Tiene la capacidad para hacerlo?
¿Cómo un problema tan antiguo todavía no ha tenido un punto final? ¿No será que el recojo de la basura es un “negociazo”, más que un servicio?
Fuente Diario Correo
